La vitamina C y el zinc representan dos micronutrientes vitales necesarios en la nutrición y el apoyo inmunológico. La vitamina C y el zinc son esenciales para el desarrollo y mantenimiento del organismo, por lo que su consumo es obligatorio para mantener una buena salud.
La vitamina C, es un nutriente esencial para el ser humano, y representa un potente antioxidante con varios efectos beneficiosos en el sistema inmune, minimiza y retrasa el proceso de envejecimiento, también beneficia la integridad endotelial y en el metabolismo de las lipoproteínas. Su deficiencia produce la enfermedad denominada escorbuto, conocida desde hace muchos siglos, como una enfermedad potencialmente mortal.
La vitamina C es requerida para el proceso de síntesis de carnitina y colágeno, componentes relevantes de la piel, los dientes, articulaciones, los tendones, ligamentos, vasos sanguíneos y las cicatrices, por lo que su carencia altera el proceso de reparación y mantenimiento de estas estructuras, así como la curación de las heridas.
La vitamina C, ayuda al desarrollo de la absorción del hierro, al crecimiento y reparación del tejido conectivo normal (para la piel, por la unión de las células que necesitan esta vitamina para unirse), a la producción de colágeno (actuando como cofactor en la hidroxilación de los aminoácidos lisina y prolina), metabolización de grasas y la cicatrización de heridas. También se considera un importante factor potenciador para el sistema inmune.
Con base en sus propiedades inmunoestimuladoras, se ha postulado que altas dosis de vitamina C son efectivas para mejorar y acelerar la recuperación del resfriado. La concentración de vitamina C endógena desciende rápidamente con el inicio de la infección y tiende a normalizarse con la desaparición de los síntomas, lo que sugiere que su administración puede ser beneficiosa para el proceso de recuperación.
Por su lado, el zinc, es un elemento esencial para los seres humanos. El cuerpo contiene alrededor de 40 mg de zinc por kg y muchas enzimas funcionan con su concurso. Interviene en el metabolismo de proteínas y ácidos nucleicos, estimula la actividad de aproximadamente 300 enzimas diferentes, colabora en el buen funcionamiento del sistema inmunitario, es necesario para la cicatrización de las heridas, interviene en las percepciones del gusto y el olfato y en la síntesis del ADN.
Hay 2-4 gramos de zinc distribuidos en todo el cuerpo humano. La mayoría del zinc se encuentra en el cerebro, los músculos, los huesos, el riñón y el hígado, con las concentraciones más altas en la próstata y las partes del ojo. El semen es particularmente rico en zinc, siendo un factor clave en la correcta función de la glándula prostática y en el crecimiento de los órganos reproductivos.
El zinc aumenta la testosterona en sangre indirectamente, funcionando como coenzima en el metabolismo de las hormonas masculinas por medio de su formación a través de la hormona luteinizante (LH), que estimula las células de Leydig. También previene que la testosterona se degrade en estrógeno por medio de la enzima aromatasa.
En el cerebro, el zinc se almacena en determinadas vesículas sinápticas mediante neuronas glutamatérgicas y puede “modular la excitabilidad del cerebro”. Este elemento tiene un papel de suma importancia en las funciones mediadas por neurotransmisores, actuando como modulador de la excitabilidad neuronal. En este sentido la deficiencia de zinc puede causar trastornos del humor y neurodegeneración, como depresión y Alzheimer.
La deficiencia de zinc perjudica al sistema inmunitario, genera retardo en el crecimiento y puede producir pérdida del cabello, diarrea, impotencia, lesiones oculares y de piel, pérdida de apetito, pérdida de peso, tardanza en la cicatrización. La carencia de zinc en los períodos de rápido crecimiento afecta negativamente el desarrollo cognitivo, cerebral y sexual.
“Las propiedades inmunoestimulantes de zinc pueden también contribuir a la gestión del resfriado. Se ha encontrado que las sales de zinc inhiben la replicación de rinovirus in vitro, y se ha sugerido que las sales de zinc pueden proteger las membranas plasmáticas contra la lisis por agentes citotóxicos (como las toxinas microbianas y los componentes del activado).”