Desde la plaga de Atenas en el año 430 a. C, hasta el COVID-19 en el siglo XXI, más de 20 pandemias han puesto en riesgo la supervivencia humana. Cuatro de las más mortíferas han sido la peste negra, la viruela, la gripe española y el VIH/sida; sin embargo, hay una pandemia que hasta ahora no se extingue y es la peor de todas: los movimientos antivacuna.
Estos movimientos, por diferentes pensamiento: sanitarios, religiosos, científicos, políticos, filosóficos y conspirativos, aseguran que las vacunas no aportan ningún beneficio y más bien, todo lo contrario. Mientras esparcen en el mundo, información no corroborada y con un alto perfil alucinante. Sin embargo y aunque nada de lo que propagan ha sido demostrado, han logrado lavarles el cerebro a millones de personas, por decir lo menos. Las consecuencias de ello, es que en 200 años, provocaron y provocan, la muerte de incontables seres humanos.
La gran pregunta es: ¿cómo nacieron los movimientos antivacunas? ¿Por qué hay personas qué optan por no vacunarse cuando la vacunas han sido probadas y demostrada su efectividad? ¿Qué motiva a desprotegerse a sí mismo y a sus seres queridos?
La viruela y las ligas antivacunación en Inglaterra
En aproximadamente 120 años, la viruela cobró más de 500 millones de vidas. Ello ha sucedido, a pesar de contarse con una vacuna desde hace 223 años. Y es que, la ignorancia pudo más.
La historia antivacuna conocida, comienza en 1798, hace más de 223 años, cuando el médico rural Dr. Edward Jenner, probó con éxito que inocular con un suero proveniente de vacas infectadas de la llamada “viruela bovina”, brindaba protección contra la viruela humana. Sin embargo hasta la Sociedad Real de Londres no le dio ninguna importancia al trabajo de Jenner, todo lo contrario se brularon de él mediante publicaciones.
Sin embargo, la oposición fue rápida y salvaje. Ello se debió a que las ideas de Jenner eran demasiado revolucionarias científicamente para una época en que aun creían en duendes y elfos. Es así que de inmediato, surgió la crítica pública que se basaba en razonamientos variados e incluía objeciones sanitarias, religiosas, científicas y hasta políticas.
Los opositores y los medios de difusión ingleses, se burlaban de las vacunas haciendo referencia a su procedencia animal. Afirmaban que, después de vacunarse, las personas mutaban y se transformaban en vacas. Muchas son las caricaturas al respecto de aquella época, que reflejaban dicho absurdo pensamiento. Se produjeron panfletos que circulaban con títulos como “Vacunación: sus falacias y males”, “Vacunación, una maldición” u “Horrores de la vacunación”.
Y así, se originaron diversas protestas, los padres de familia se oponían a que sus hijos sean vacunados, pues había que someterlos a procedimientos dolorosos como el raspado de la piel con una lanceta empapada con suero, obtenido de una vaca infectada con virus bovino.
Lo que siguió fue una batalla de 223 años entre las autoridades y un público que más que a menudo, se dejó llevar por ideas descabelladas respecto a la vacunación. Es más, estos pensamientos disparatados, fueron exportados al resto del mundo. Ello, claramente se comprueba con el nacimiento de las ligas antivacunas de los EE.UU.
Las ligas antivacunas importadas a los Estados Unidos
Hacia final del siglo XIX, los brotes de viruela en EE.UU. condujeron a campañas de vacunación, pero también a actividades relacionadas en contra de las vacunas. Es así que en 1879, se fundó la Sociedad Antivacunación de Estados Unidos. ¿Pero cómo comenzó en el país del Norte esta sociedad?
Esas afiebradas ideas de la antivacunación fueron importadas por el activista antivacuna británico, William Tebb, durante una visita que hiciera a EE.UU. A partir de entonces, germinó la idea que sembró el inglés Tebb y el resto, como se dice en las películas, es historia.
Le siguieron dos ligas más, la Liga Contra la Vacunación Obligatoria de Nueva Inglaterra (1882) y la Liga Antivacunación de la Ciudad de Nueva York (1885). Los opositores estadounidenses libraron batallas en los tribunales para derogar las leyes de vacunación en varios estados, como California, Illinois y Wisconsin. Obviamente, estas antiguas ONGs, por llamarlas de alguna forma, debían lograr importantes donaciones para las actividades propias de sus organizaciones y gestiones ante los congresistas.
En 1902, después de un brote de viruela, la junta de salud de la ciudad de Cambridge, Massachusetts, ordenó que todos los residentes de la ciudad fueran vacunados contra la viruela. Un pastor protestante e inmigrante sueco, llamado Henning Jacobson, residente de esa ciudad, se rehusó a vacunarse con base en que la ley violaba su derecho de cuidar su propio cuerpo como mejor pudiera. Pero la ciudad, presentó cargos penales contra dicho ciudadano. El argumento de Jacobson de 1902, sigue siendo el mismo que en el 2021, argumentan muchos antivacunas en los EE.UU. Es decir: “yo hago lo que quiero con mi cuerpo y nadie me puede obligar”.
Después de perder su batalla contra el tribunal a nivel local, Jacobson apeló ante la Corte Suprema de EE.UU. En 1905 la Corte a cargo del juez John Marshall Harlan, falló a favor del Estado, argumentando que la seguridad del público puede exigir en ocasiones la suspensión de la libertad personal. Con los recuerdos de la Guerra Civil aún frescos, escribió que una comunidad tiene derecho a protegerse de las enfermedades de la misma manera que tenía el mismo derecho en una invasión militar. Este fue, el primer caso de la Corte Suprema de EE.UU. concerniente al poder estatal sobre las leyes de salud pública.
Los movimientos antivacuna en los siglos XX-XXI
En la década de los 70 surge en diversos países del mundo una gran controversia con la vacuna contra la difteria, tétanos y tosferina (DTP) debido a un informe en el que se afirmaba que 36 niños habían sufrido efectos adversos después de recibir la vacuna, tales como: vómitos, irritabilidad, convulsiones y espasmos. Debido a esto, y a pesar de las campañas de inmunización, en el Reino Unido, disminuyó la tasa de vacunados, y como consecuencia de ello, hubo hasta tres graves epidemias de difteria en dicha región.
Años más tarde, el 26 de febrero de 1998 apareció un informe en la prestigiosa revista científica The Lancet, que generó una ola de desconfianza internacional sobre las vacunas y cuyos efectos, reverberan 23 años después.
Y es que, aquel día, en Londres, el médico Andrew Wakefield presentó una investigación preliminar, publicada en la prestigiosa revista científica The Lancet, en la que decía que 12 niños inoculados con la vacuna MMR contra el sarampión, parotiditis y rubéola habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave.
Seis años más tarde, en el 2004, se demostró que Wakefield, tenía “amplios conflictos de intereses financieros” que sacudieron a la comunidad científica mundial. Y es que se descubrió que Wakefield, había solicitado la patente para una vacuna contra el sarampión que competiría con la MMR, inyectada a los niños a los cuales supuestamente les generó autismo.
Pero las acusaciones contra el médico inglés, fueron mucho más allá: en el estudio original, Wakefield decía que había vestigios del virus del sarampión en los 12 niños analizados. Desde entonces, un médico asistente en la investigación declaró públicamente que, en realidad, no se había encontrado el virus en uno de ellos, y que Wakefield había ignorado ese dato para no perjudicar el estudio.
En el 2010, y después de 12 años de haber lanzado tal infamia y provocado el terror a la vacunación de millones de padres, el Consejo General de Medicina del Reino Unido, falló que Wakefield “no era apto para el ejercicio de la profesión“, calificando su comportamiento como “irresponsable”, “antiético” y “engañoso”. Habría que agregar: ¡criminal! Por su parte la revista The Lancet se vio obligada a retractarse del estudio publicado una década antes, diciendo que sus conclusiones eran “totalmente falsas“.
Por su lado, en Nigeria en el año 2003 líderes religiosos rechazaban la medicina occidental y recomendaban que se suspendiese la vacunación frente a la polio y el sarampión. Como consecuencia de ello Nigeria acumuló una terrible y enorme cantidad de casos de polio. A consecuencia de ello, en el 2004 se extendió la poliomielitis a 12 países que ya habían erradicado la poliomielitis.
Sin embargo a partir del del 2015, Nigeria progresó en la vacunación. Durante años, planteaba uno de los mayores desafíos en la erradicación de la poliomielitis a nivel mundial; hoy día, 90% de los niños nigerianos han recibido más de tres dosis de la vacuna antipoliomielítica oral, incluyendo zonas tradicionalmente considerados de alto riesgo.
Antivacunas 2020-2021
En pleno 2021, los movimientos antivacunas siguen intentando manipular a la población, los motivos son muchos, hace poco y con la aparición del COVID 19, una de las teorías conspiratorias más difundidas en redes sociales fue la que aseguraba que la pandemia formaba parte de un plan encubierto de Bill Gates, para controlar a la población mundial mediante nanochips insertados en las vacunas contra el virus. Tuvieron que salir expertos y hasta el propio Bill Gates a desmentir.
La teoría, llegó a formar parte de las consignas y reclamos en las movilizaciones en contra de las medidas de prevención por el coronavirus alrededor del mundo como el uso de mascarillas y la vacunación obligatoria. Así de descabelladas son las teorías manejadas por grupos liderados por la ignorancia. En los EE.UU., inclusive durante la última campaña presidencial aseguraban que quienes usaban mascarilla eran proclives al candidato, hoy presidente Joe Biden.
Cabe mencionar otras tantas alucinantes teorías conspirativas que surgieron y que fueron totalmente desmentidas, entre ellas:
1) La vacuna de Pfizer contenía células de fetos humanos, lo que escarapelaba la piel de los religiosos.
2) Las vacunas podían cambiar el ADN. Esta es una de las mentiras que más recuentemente se lanza en las redes sociales.
3) Un meme afirma que la tasa de recuperación de la enfermedad es de 99,97% y sugiere que contagiarse con covid-19 es una opción más segura que vacunarse. Esto no es verdad ya que unos 100 de cada 100.000 morirán, una cifra mucho más alta que la de tres de cada 10.000 como asegura el meme.
Además, no se trata únicamente de sobrevivir. Por cada persona que muere, hay otras que sobreviven pero atraviesan cuidados médicos intensivos y otras que sufren complicaciones de salud de por vida. Eso puede contribuir a que los servicios de salud queden sobrecargados de pacientes con covid, compitiendo por los recursos limitados de los hospitales en el tratamiento de otras enfermedades y lesiones.
4) El COVID-19 en realidad no existe. De acuerdo a conspiradores profesionales como David Icke y Alex Jones de InfoWars, el COVID-19 en realidad no existe, sino que es un complot de la elite global para quitarnos la libertad. Ello influyó y escaló mediante las protestas en contra de las restricciones en varios estados de los EE.UU. y, debido a que los creyentes en esta teoría se niegan a vacunarse y a tomar medidas de distanciamiento social, podrían ayudar de forma directa a que la pandemia se extienda aún más en sus propias localidades y aumentar la tasa de mortalidad.
5) Culpando al 5G. Es biológicamente imposible que los virus se puedan esparcir por medio del espectro electromagnético. El espectro electromagnético esta formado por ondas y fotones, mientras que los virus están formados por partículas biológicas compuestas por proteínas y ácidos nucleicos.
Además algo sencillo, el COVID-19 se está esparciendo rápidamente en muchos países que no tienen redes 5G. Aun así, ello ha llevado que antenas de telefonía móvil sean incendiadas en el Reino Unido y en otros lugares.
Aunque los tiempos han cambiado, las emociones y las creencias profundamente arraigadas, ya sean filosóficas, políticas, espirituales, o de conveniencia económica que subyacen a la oposición a las vacunas, se han mantenido relativamente constantes desde que Edward Jenner introdujo la vacunación en 1797.
La OMS dice
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que el auge de los movimientos antivacunas comienza a ser una “amenaza cada vez mayor” para los programas de vacunación, de cara a ser realmente eficaces al proteger a la población.
A pesar de toda la información y la evidencia científica, los movimientos antivacuna se mantienen vigentes a lo largo de la historia, pese a que cada teoría emitida ha sido desmentida, ese ruido queda en el subconsciente colectivo perjudicando no sólo a los que no se vacunan, sino a toda la población que tiene que convivir con estos movimientos liderados por la ignorancia y desinformación. Y ello es muy grave, porque mientras no estén vacunados la mayor parte de las personas, el COVID -19 seguirá mutando y con ello representará una mayor amenaza para los seres humanos.
Rusia los antivacunas y una lección
En Rusia por ejemplo, es tal el moviento antivacuna, que hace poco, un grupo de reconocidos médicos rusos invitó a celebridades y políticos antivacunas a visitar hospitales que tratan a pacientes con COVID-19. Les pidieron a dichas figuras públicas que vean de primera mano los efectos del virus.
La carta entre otras cosas decía: “Todos estamos un poco ocupados en este momento y puede adivinar por qué“, dijo Denis Protsenko, médico jefe del principal hospital de Moscú que trata a pacientes con COVID-19.
La carta agregaba: “Pero como muchas personas lo están a usted leyendo y escuchando, encontraremos tiempo para organizarle a un recorrido por las ‘zonas rojas’, de los departamentos de cuidados intensivos y patología. Tal vez después de eso, cambie de opinión y mueran menos personas”.