La llaman: apósito, venda adhesiva, curita o tirita sanitaria. Son muchos sus nombres para un producto con una historia de 141 años, y que resulta ser, una cinta adhesiva de corta extensión con un apósito esterilizado en el centro. Desde sus orígenes hasta el siglo XXI, muchísimas han sido sus transformaciones, hasta conseguir presentaciones farmacéuticas cuya utilidad médica parecen de ciencia ficción. Aquí te lo contamos.
Historia
Todo comenzó, cuando el farmacéutico alemán Paul Carl Beiersdorf, desarrolló y patentó el 28 de marzo de 1882, un nuevo tipo de emplasto médico que bautizó con el extenso nombre de: Guttaperchapflastermulle (gasa de emplasto de gutapercha).
Mucho tiempo después, el emplasto de Beiersdorf fue perfeccionado en 1917 por el norteamericano Earle Dickson, quien trabajaba para Robert Johnson, recibiendo las partidas de algodón para su empresa.
Dickson acababa de casarse con una joven de nombre Josephine Knight. Ella, tenía la desafortunada tendencia de cortarse a menudo mientras cocinaba. Entonces para dichas lesiones, utilizaba vendajes aparatosos que se le desprendían con facilidad.
Fue entonces, que Earle Dickson, se dio cuenta que era un derroche utilizar enormes vendajes para muy pequeñas lesiones. Es así, que buscó una solución razonable para resolver la cuestión, evitando a la vez, la infección de cualquier eventual herida.
Su creación
Al principio Dickson utilizó una pequeña porción de algodón y luego lo intentó con gasa estéril que fijó al centro de un esparadrapo; de tal forma, que su esposa recurriera a ello cuando fuera necesario. Como la señora Josephine tenía contratiempos más frecuentes de lo que Dickson esperaba, tuvo que producir cantidades de estos improvisados apositos.
Fue entonces que su jefe, James Johnson, vio el invento de Earle y decidió manufacturar los apósitos adhesivos para su venta al público. Tras el éxito inicial del nuevo producto, lo nombró vicepresidente de su empresa, la conocida Johnson & Johnson.
Las primeras presentaciones
En su empresa se entusiasmaron al ver lo fácil de su aplicación y decidieron fabricar los novedosos vendajes en largas tiras de 45 x 7 cm que se cortaban según la necesidad del usuario. En 1924 comenzaron a producirlas en tiritas de distintos tamaños y longitudes. Ya en 1938 se vendían esterilizadas y para 1951 en unidades sueltas y no en rollos.
La campaña de marketing
Al principio, la utilización de curitas en el ámbito médico no alcanzó a tener la repercusión necesaria. Entonces, la empresa de Dickson inició en EE. UU, una creativa campaña publicitaria. Dicha campaña consistía en abrirse paso a través de la distribución gratuita de curitas entre los Boy Scouts, Girl Scouts y carniceros de ese país.
El éxito fue total y en 1924, ya se fabricaban curitas de 7.6 cm de longitud por 10.10 cm de ancho. Luego de unos años, los curitas venían con agujeritos para facilitar la circulación del aire y hacer más rápida la cicatrización de la herida.
Al fallecer Dickson en 1961, la empresa tuvo utilidades por las ventas de curitas que sobrepasaban los US$ 30 millones al año. Esa cifra en la actualidad, serían US$ 301,573,575.
Formas y colores
Con el paso de los años, aparecieron las curitas redondas, cuadradas, rectangulares, ovaladas, triangulares, de colores según el color de la piel y, para niños, con imágenes de: Disney, personajes de cuentos, superhéroes, estrellitas, animalitos, florcitas, fluorescentes y la lista, puede seguir y seguir…
Curitas inteligentes
Se han fabricado todo tipo de curitas para diferentes partes del cuerpo, heridas y necesidades de proteger la piel. Las hay resistentes al agua, respirables, elásticas, extra resistentes o que ayudan con la cicatrización etc.
Pero las últimas llamadas inteligentes, que son desarrolladas con analogía biológica, permiten comprobar regularmente la evolución de las heridas sin necesidad de levantar el apósito; ello permite no alterar el proceso de curación.
¿Cómo funciona estas curitas inteligentes? Cuando detecta la infección en una herida, el valor de pH oscila entre 6.5 y 8.5. Con esta variación, el indicador en forma de cruz sobre la superficie de la curita, se torna púrpura, indicando a la persona que hay que reemplazarla.
Desde las primeras gasas con gutapercha, a lo que podríamos llamar “super curitas” que cambian de color cuando detectan infección en la herida han pasado 141 años. Con los adelantos que brinda la tecnología y las nuevas herramientas de investigación, no sería raro que, en una décima de ese tiempo, contemos con curitas que cuando se lastime un niño, al aplicársela sobre la herida, se escuche la voz de su superhéroe preferido diciéndole: “Sana, sana, colita de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana” …