El segundo domingo de mayo, el Ecuador entero se detiene por un instante para rendir homenaje a quienes, día tras día, sostienen la vida con amor y firmeza: nuestras madres.
Las madres del Ecuador son muchas y diversas. Habitan casas de ciudad y de campo, viven junto al mar, en la altura o en el corazón de la selva. Algunas se levantan con el canto del gallo, otras entre los ruidos de la ciudad. Hay quienes trabajan desde el hogar y quienes lideran oficinas, empresas, aulas, hospitales. Pero todas, sin excepción, llevan en sí el poder de crear y sostener la vida con una ternura invencible.
Ser madre en Ecuador es enseñar sin discursos, amar sin condiciones, resistir con esperanza. Es formar carácter con el ejemplo, cultivar valores con el día a día. Es tener una fuerza invisible que no busca reconocimiento, pero transforma todo lo que toca. A veces, es también dejar huella sin que se note, como quien planta un árbol sabiendo que no siempre verá su sombra.

No hay una sola forma de ser madre. Las hay jóvenes y sabias, modernas y tradicionales, de pasos firmes o suaves. Algunas acompañan con palabras, otras con silencios. Algunas están cerca, otras viven en la memoria, pero todas habitan en lo más profundo de nuestro ser.
Este día no se trata solo de flores o desayunos especiales. Se trata de agradecer con presencia, de honrar con respeto, de mirar con gratitud. Porque nuestras madres no son solo las que nos dieron la vida, sino las que nos enseñaron a vivirla.
Feliz Día de la Madre a todas las mujeres que, desde su rincón del Ecuador, sostienen hogares, sueñan futuros y nos enseñan, con su amor inquebrantable, que aún en los días más difíciles, la vida siempre vale la pena.