En los mediodías agitados de muchos hogares ecuatorianos, entre platos que se enfrían intactos y almuerzos que quizás no despiertan el interés de los más pequeños, la nutrición infantil deja de ser una certeza para convertirse en una preocupación constante. La infancia –ese tiempo de pasos tambaleantes, curiosidades incansables y sueños que se calzan cada mañana con uniforme escolar– necesita más que amor para crecer: exige nutrientes, vitaminas y energía que fortalezcan no solo el cuerpo, sino también el porvenir.

Pero el ritmo de vida cambió. Las mesas que antes ofrecían frutas recién cortadas y sopas hechas con calma, ahora compiten con envoltorios coloridos y bocadillos que llenan pero no nutren. Lo que parece suficiente, a menudo no lo es. Y así, sin grandes alarmas, aparecen los signos: cansancio a media mañana, defensas débiles, falta de concentración. Es entonces cuando madres y padres buscan respuestas en el lugar más cercano: la farmacia.
Allí los recibe el farmacéutico. No es solo quien entrega el frasco, sino quien escucha con atención, pregunta con respeto y responde con sensatez. Entiende que no todos los niños necesitan lo mismo, y que un suplemento no se recomienda por impulso. Porque en temas de infancia, lo correcto no es lo que suena bien, sino lo que realmente hace bien.

Hierro para fortalecer la sangre, zinc para blindar el sistema inmune, vitaminas A, B, C y D para que el cuerpo crezca con energía y la mente no se quede atrás. Todo, claro, en su justa medida. Porque hasta lo bueno, si no se administra bien, puede tener consecuencias.
En sectores rurales, donde a veces la tierra da más de lo que se aprovecha, o en barrios urbanos donde las prisas reemplazan al almuerzo, el déficit nutricional infantil es un riesgo real. Ahí, el suplemento no es lujo, es una herramienta. No reemplaza la comida; la completa.

El farmacéutico —profesional muchas veces pasado por alto— tiene la responsabilidad de analizar cada etiqueta con atención, combinando su conocimiento y experiencia para brindar el mejor consejo. También debe recordar que ningún multivitamínico puede reemplazar el valor nutritivo de un mango maduro, una guayaba fresca o el aroma reconfortante de una sopa casera, es decir la vitamina O (O de olla)…
Porque su labor va más allá de entregar un producto: es acompañar a las familias en el cuidado de los niños, guiarlos hacia hábitos saludables y proteger el crecimiento de quienes representan el futuro del país. Así, el farmacéutico se convierte en un pilar silencioso pero fundamental en la salud comunitaria.
