Edwin Miguel Mera Fernández, 40 años, es originario de la ciudad de Calceta, Cantón Bolívar, provincia de Manabí. Esta es la información básica de Edwin; pero él, es un joven manabita que ha demostrado tener un perfil mucho más grande que sus datos generales. Y es qué, Edwin con 21 años recién cumplidos, capitaneó una pequeña nave que a pesar de su tamaño, supo enfrentar mares bravíos y desconocidos logrando el salvataje económico de su familia y alcanzar sus propios sueños. Este muy joven emprendedor demuestra que con voluntad, trabajo honesto, perseverancia y coraje, siempre se puede llegar a buen puerto, sin importar, el tamaño del barco ni de las olas. Edwin cuenta en la siguiente entrevista, cómo logró evolucionar desde un muy pequeño botiquín en un cuartito de la casa de su hermano, hasta inaugurar sus dos llamadas “Farmacias Kelly”.
Leterago (L): Cuénteme ¿cómo así se decidió por el emprendimiento de una farmacia?
Edwin Mera (EM): Cuando tenía 21 años, la farmacia no era lo que yo pensaba para mi futuro profesional. Quería ser veterinario o abogado y así tener dinero suficiente para alcanzar mis sueños. Comencé a estudiar en la universidad y estaba en el Programa de Admisión y Nivelación Universitaria (PANU), pero por cuestiones inesperadas, mi rumbo dio un giro de 180 grados. Y es que mi familia tuvo serios problemas económicos, era una deuda que los estaba asfixiando, era imposible que la afrontaran solos; así que… lo lamenté, pero tuve que dejar la universidad.
Para entonces, mi hermano tenía un muy pequeño botiquín que mantenía dificultades de diferente tipo y le ofrecí hacerme cargo. No era lo que ansiaba, pero la vida me ha enseñado que a veces no es lo que uno quiere, sino las oportunidades que nos presenta y hay que aprovecharlas.
Además, le digo quehacerme cargo del botiquín representaba una posibilidad –tal vez lejana– pero al fin de cuentas, una posibilidad para sacar adelante a mi familia; y como quien dice, no tenía mucho de dónde prenderme.
L: Destacable su comienzo ¿cómo era ese “muy pequeño botiquín”?
EM: En la casa de mi hermano, en el barrio de Urbirios, habilitamos un cuartito y mis únicas 4 perchitas eran de madera hechas con tablas empotradas en las paredes. Y aunque no lo crea, no tenía acceso directo, así que tuvimos que abrir una puerta para poder atender al público, y eso… eso era el botiquín.
L: ¿Y el botiquín representó una fuente de ingresos suficientes para desahogar la economía de su familia?
EM: Totalmente, en verdad tomó su tiempo, pero aquel botiquín que lo convertí en una farmacia me permitió pagar la deuda, que como le dije, para mi familia era impagable. Además, me di cuenta que este emprendimiento era algo que daba sus réditos. Y le cuento que hoy, estoy muy agradecido de haber seguido ese camino.
L: Entonces a los 21 años la vida le dio un giro de 180 grados ¿valió la pena?
EM: Claro que sí, sí… a pesar que son muchos los años que vengo trabajando duro para construir lo que actualmente es mi farmacia. Hoy, vivo independiente, tengo mi casa propia, mi buena camioneta, mi propio local, dos farmacias y cumplí mis sueños. Y claro que valió la pena, no hay nada que se consiga en la vida sin sacrificio.
L: ¿Sacrifició con duros inicios y dificultades?
EM: ¡Claro que sí! Esta era una zona donde nadie quería instalar una farmacia. En ese tiempo, las dificultades eran muchas: la limitada economía de la gente del barrio, las calles eran polvosas… muy pero muy polvosas, la falta de acceso a los vehículos o buses; entonces, al principio llegaban pocos clientes, y le cuento … que la farmacia estaba de caída en caída.
L: ¿Entonces cómo la levantó?
EM: ¡Uy! que le digo, comencé diciéndole a los clientes que si iban a comprar al centro gastaban más en tiempo y pasaje. A la vez, bajé el precio de todo aunque realmente ganaba muy poquito… demasiado poquito. Y es que mis gastos operativos no eran grandes. Mire usted, yo no salía, para nada, hacía todo allí, hasta mi comida. Eso me sirvió durante años. Entonces, como no tenía mayor gasto, compraba y vendía casi al mismo precio para ganarme nuevos clientes. Y poco a poco, inclusive cambié las perchas y ya no eran tablitas de madera y palos, sino ya tenía 5 perchas de metal, y así comenzamos a tener un poquito de mejor imagen.
En paralelo, para que la gente confiara en nosotros, cada vez que llegaba un medicamento nuevo lo estudiaba, lo leía al derecho y al revés. Así aprendí, aprendí mucho y los vecinos empezaron a confiar; entonces, me buscaban hasta de madrugada para colocarles suero o inyecciones.
L: ¿Podríamos decir que se hizo conocido en el barrio a fuerza de compromiso con los vecinos?
EM: ¡Correcto!… estoy seguro que sí, así fue. Puedo decir que son pocas las personas que no me conocen en el barrio. He visto crecer a muchos desde muchachos cuando jugaban a la pelota en la calle, y ahora, ahora son profesionales. Recuerde que ya son 19 años por acá. Y creo que con el tiempo, como quien dice, nos hicimos un poco indispensables. Y le digo, que es una de nuestras mayores fortalezas.
L: Bueno, logró clientela y confianza ¿qué siguió para convertir el botiquín en la farmacia que es hoy?
EM: ¿Qué siguió?… un largo camino. Como le conté comencé en un cuartito de la casa de mi hermano. Al frente de ese lugar, había una cancha muy grande, y ese era un lugar muy peligroso. Había robos, se hacían cosas indebidas y el municipio se vio obligado a lotizar por pedido de los vecinos. Y eso nos dejó en desventaja porque ya no quedé en una calle principal sino encerrado, tapado, como quien dice, escondido.
Así que al principio me mudé de la casa de mi hermano y alquilé un local en la calle principal durante 3 años. Pero un día reaccioné y pensé que no debía seguir pagando alquiler. Me animé y conversé con un antiguo vecino que había conseguido uno de aquellos lotes bien ubicado y que la municipalidad le concedió. Después de algunas diligencias pudimos llegar a un acuerdo.
L: Ah ¿entonces ahí arrancó a construir ni bien consiguió el lugar ideal?
EM: No, no… que va, dejé el terreno un tiempo hasta que poco a poco comencé a construir lo que ahora es una “Señora” farmacia, bien pensada, muy bonita, de verdad, muy bonita. Con orgullo puedo asegurarle que me preparé. En mi barrio todavía no hay cadenas, y no quiero que cuando ellos vengan vean una farmacia pequeña y débil que puedan quebrar. Quiero que ellos encuentren una farmacia sólida, una farmacia establecida con todas las de ley, e incluso con precios parecidos a los de ellos.
L: Me cuenta que comenzó con 4 perchas de madera empotradas en la pared ¿cuántas perchas tiene hoy en la farmacia principal?
EM: Aquí, algo así como 50 perchas en total.
L: ¿Y la segunda farmacia también está dentro del mismo barrio?
EM: No, la farmacia la puse en un barrio que también recién se iniciaba. Igualito como fue acá en sus inicios cuando las calles aún no estaban siquiera asfaltadas. En esa zona tampoco tenían farmacia, porque mi visión no es instalarme en donde hay otras farmacias, sino donde me necesitan.
L: ¿Y cómo se llama el barrio y la segunda farmacia?
EM: El barrio se llama “La Revancha” y esa farmacia es “Kelly 2”. Allí también estoy preparándome con algo bonito y vistoso para cuando en el futuro venga la competencia e intenté quitarme los clientes ¡Vamos a ver si pueden!…
PG: ¿Y qué tal su relación con Leterago?
EM: ¡Muy bien, excelentemente bien! Y mi opinión no es por esta conversación con usted o porque nosotros ganamos el premio de la campaña “Renuevate de PTL”, sino porque valgan verdades, creo que si no existiese una empresa como Leterago del Ecuador, para nosotros sería muy complicado, muy difícil competir con las cadenas.
Y le cuento que yo soy muy escéptico porque nunca había ganado nada. Pero ni se imagina, cuando supimos con mis colaboradores que ganamos la campaña “Renuevate con PTL”, ¡saltábamos de alegría!
L: ¿Con cuántos colaboradores cuenta?
EM: En total 6, en la principal trabajan 2 en la mañana y 2 en la tarde. En la otra, como es más pequeña por ahora, trabaja 1 en la mañana y 1 en la tarde.
L: ¿Quién capacita a sus colaboradores?
EM: Yo los capacito, por ejemplo voy preguntándoles para qué sirve un producto u otro. También cuento con las capacitaciones que nos brindan Leterago o algunos laboratorios. Siempre estoy dispuesto a que nos enseñen. Le digo que yo feliz, feliz, porque eso mejora el conocimiento de mis colaboradores. Es decir, si ellos tienen mejor conocimiento, sienten mayor seguridad en lo que pueden ofrecer a los clientes. Y es que cuando el médico prescribe una receta, el paciente generalmente pregunta “¿oiga, y para que me manda esto el médico?” imagínese que uno le conteste: “no sé”.
En cambio, si el dependiente lee la receta, le explica cómo se tiene que tomar y para qué le sirve, se crea cierta confianza. Ese cliente regresa porque no sólo lo atendieron bonito, sino que le fueron de utilidad brindándole información complementaria sobre el medicamento.
L: Una buena fórmula de fidelizar es pensar siempre en los clientes del barrio.
EM: Por cierto así debe ser, inclusive en cada aniversario de cuando inauguré la farmacia, pensamos en quienes más necesitan ayuda.
L: ¿A qué se refiere?
EM: Por ejemplo, el cumpleaños de la farmacia es el 23 de diciembre. Ese día inauguré el nuevo local y lo institucionalicé. Los primeros años cerrábamos la calle y realizábamos eventos para los niños y adultos con concursos y premios. Esos premios los conseguía de todo lo que me regalaban Leterago o los laboratorios durante el año.
Pero tuve que suspenderlo por varias razones, principalmente porque las autoridades nos señalaron que ya no se podía realizar ese tipo de actividades en la calle.
Pero seguimos dando obsequios el 23, 24 ó 25 de diciembre de cada año a través de otro sistema y para la gente del barrio que más lo necesita. Sobre todo, para niños o adultos con habilidades especiales. Para eso cojo mi camioneta vamos al centro comercial con mis colaboradores, hacemos múltiples compras y llenamos canastas que realmente valgan la pena.
L: Muy noble de su parte en devolverle al barrio lo que el barrio le dio ¿también le permitió alcanzar el sueño al cual se refiere a lo largo de esta entrevista?
EM: Por supuesto, y ese fue mi mayor triunfo.
L: A ver… usted se refiere a un sueño en todo momento ¿cuál fue ese sueño?
EM: Le contaré con alegría. Yo fui prácticamente criado por mi abuela Mercedes Auxiliadora. Ella vivía en el campo, muy cerquita a la casa de mis padres, eso queda en el recinto Matapalo. Y mi sueño desde siempre, fue comprar la tierra donde crecí con mi abuela. Ese campo había sido heredado por mi padre y mis tíos.
L: ¿Es decir que le compró a sus tíos la tierra donde se crio?
Así es señor, ya pude cumplir uno de mis sueños más grandes y les compré la tierra de mi niñez. Y le digo, que además ese fue un pedido de mi abuela antes de morir, ella siempre me decía: “Comprale a tus tíos cuando yo ya no esté para que puedas hacer de esto un lugar bonito, un lugar hermoso”.
L: Mencionó que su abuela Mercedes es todavía fuente de inspiración y seguridad. ¿Será que la compra de la tierra donde se crío le brinda cierto sentimiento de seguridad?
MG: Mire que tiene mucha razón… para mí ese campo me genera seguridad, tranquilidad y paz. Creo es la seguridad que nos brindaba nuestra abuela. Cuando éramos muy pequeños, vivíamos muy cerquita de la casa de ella, a unos 2 minutos. Y allí los inviernos eran terribles, truenos, relámpagos, rayos que caían, todas esas tormentas eléctricas.
Entonces, mis hermanos y yo, ni bien empezaba a llover nos íbamos rapidito a donde mi abuela. Subíamos una lomita y llegábamos arriba; sentíamos que con ella, como que no nos iba a pasar nada. Y ahora es lo mismo, ahora es igual, sigue estando presente ese sentimiento de seguridad cada vez que llego al terreno de Matapalo.
Le cuento que mi abuela fue mi motivación, mi inspiración para poder salir adelante. Ella era la que siempre me impulsaba y me decía que todo lo que uno se propone, lo consigue. Y créame que bueno o malo, lo que soy, se lo debo a ella ¡Ojo, que no desmerezco a mis padres!
L: ¿Entonces la abuela Mercedes fue la gran inspiración y seguridad para alcanzar esos sueños, incluidas las farmacias?
EM: Cien por ciento, recuerdo que cuando de niño le contaba a ella lo que quería ser de grande, ella me dejó una gran enseñanza. En resumen, antes de fallecer me decía que en la búsqueda de alcanzar nuestros sueños las cosas podían complicarse. Que era como subir una escalera y que para llegar a la cima se tenía que pasar a veces por escalones difíciles, pero si se quiere llegar allá arriba, hay que hacer el esfuerzo a como de lugar.
L: Imagino que en honor a ella, usted le está permitiendo seguir con vida a través de sus enseñanzas y su recordación.
EM: Sabe una cosa, hace 19 años que ella falleció y no hay día que no la recuerde. Es más, debo confesarle que cuando ando muy complicado de temas voy hasta su tumba y me desahogo. Al salir de allí, estoy relajado, tranquilo y siento como que me dijera “todo va a estar bien… todo va a estar bien”. Sí, es una sensación muy especial. Creo que aun no estando físicamente conmigo, estoy seguro que ella está espiritualmente. Como le digo, sigue siendo mi fuente de inspiración y seguridad. Y así, poco a poco estoy cumpliendo mi verdadero sueño.
PG: Y ahora con el sueño cumplido ¿qué siente cuando llega al campo de su niñez?
EM: ¡Uf!… qué le digo… una alegría inmensa, indescriptible. Como le diría, ni bien llego ya me siento relajado y me acuerdo de mis tiempos de niño, de correr sin zapatos, de sentir el olor de la tierra húmeda, de caminar descalzo y sentir los pies en contacto con la tierra. Así ha sido durante mi niñez y todavía lo hago. Actualmente voy al campo y me quitó los zapatos, si me toca andar sudado con un machete, cargar guineo, plátano, lo hago y lo hago con gusto. De lunes a viernes mientras estoy en la ciudad, en mi trabajo, estoy de blanquito, formalito; pero llego al campo y es una transformación: me pongo ropa vieja, sin camisa y me fui a andar, a correr, a cortar, a trabajar, a nunca desmayar frente a las adversidades… tal como me enseño mi abuela Mercedes.