Como dijo alguna vez el escritor Mario Rizo: “La visión de un fundador debe ser guiada por la noble ambición de mirar más allá de su propia vida y tiempo, por lo que debe comenzar a construir las bases para que esta visión se concrete”. En tal sentido, don Ramón Chérrez y Doña Ana Muirragui fueron un matrimonio pionero que, el 22 de enero de 1948, decidieron establecer la primera farmacia en un caserío perdido en una exuberante, densa, lluviosa y tropical selva. Para dar tal paso, en una zona donde se jugaban no sólo el futuro sino probablemente la vida, ambos demostraron tener un espíritu insuflado de genuino sentimiento de servicio a la comunidad, y por ello, plantaron raíces allí. Sus ojos, no sólo vieron el crecimiento de aquel villorrio, sino que contribuyeron activamente para que se convierta en una importante ciudad. Tras 75 años, aquella pequeña Botica Santo Domingo, se convirtió en cinco farmacias que representan una respetada referencia profesional de ética farmacéutica al servicio de la comunidad transmitida de generación en generación. A continuación, la entrevista con uno de sus hijos, don Jorge Chérrez Muirragui y su Sra. esposa Martha Abad, quienes revelan los secretos para que una farmacia trascienda en el tiempo de manera exitosa.
–Leterago (LT): ¿Cuántas boticas había en Santo Domingo de los Colorados cuando comenzaron sus padres en 1948?
–Jorge Chérrez (JC): Ninguna.
–LT: ¡Ninguna!… quizá porque el lugar no era propicio entonces ¿cómo así se animaron?
–JC: ¡Oh!… Es una larga historia que se remonta a mediados de 1940. Entonces, mi padre, Ramón Chérrez Chávez trabajaba en Quito en la Botica Pichincha donde conoció a mi mamá Ana Muirragui que era asistente de contabilidad.
Después que ellos se casaron, el suegro de él le dijo: “Mira Ramón, ve a Santo Domingo porque esa es una tierra de promisión, esa tierra será muy importante en el futuro…” y parece que fue un consejo acertado.
Así que con mi madre se mudaron a Santo Domingo, y en 1948 nada menos que hace 75 años –y poquitos meses después que yo naciera– fundaron la única y primera farmacia en este maravilloso lugar. De esta forma, comenzaron a escribir juntos una gran historia, llena de valentía, generosidad e incansable servicio a la comunidad.
–LT: ¿A qué se refiere cuando señala: “comenzaron a escribir juntos una gran historia, llena de valentía, generosidad e incansable servicio a la comunidad”?
–JC: Imagínese por un minuto, lo valiente que han sido mis padres como pioneros cuando llegaron a Santo Domingo de los Colorados (hoy Tsáchilas). En aquella época, era un pequeñísimo caserío perdido en la selva donde apenas habitaban unas 300 familias.
Mis padres al llegar encontraron un lugar exuberante, con una muy rica fauna y flora, cuya economía se basó desde siempre en la agricultura. Sin embargo, a la vez, era un punto invisible en los mapas de entonces; Santo Domingo, era una parroquia incipiente.
A mis padres los recibió un rincón del Ecuador, al pie de la cordillera entre los Andes y el Océano Pacífico y cuya conexión con el mundo, era una carretera –si así se la pudiera llamar– con destino al puerto de Manabí. Aquella vía de tierra resultaba peligrosamente angosta, infernal e intransitable por las lluvias y los continuos deslaves que, a punta de pico, pala y sudor, había que limpiar.
–LT: ¿Cómo hacían en 1948 para abastecer con medicamentos la farmacia?
–JC: En aquella época, eran muy escasos y se atendía a los pacientes con fórmulas magistrales. Mi padre conocía los secretos para su preparación. Y es que él desde muy joven, trabajó en laboratorios farmacéuticos y farmacias en Guayaquil y Quito.
–LT: ¿Imagino que, tras 75 años en la misma ubicación, los clientes llegan a comprar con los ojos vendados?
–JC: En realidad, de la esquina original, en 1953 nos mudamos al centro de Santo Domingo, frente al parque principal. Pero le aseguro que los clientes más que por la ubicación venían y vienen por el prestigio que supimos ganarnos durante 75 años.
–LT: Son muchos… 75 años
–JC: Así es, y durante todos esos años, hemos sido beneficiados con la confianza de la población, ya son varias las generaciones de familias que nos han dado la oportunidad de servirles. Y ese ha sido un compromiso, que tanto mis siete hermanos como yo, heredamos de nuestros padres.
–LT: ¿Vocación de servicio cada uno de los casi 27,375 días, que fueron los últimos 75 años?
–JC: Como le mencioné, ese espíritu pionero, generoso y de incansable servicio a la comunidad, fue el sentimiento sobre el cual se fundó Botica Santo Domingo. Setenta y cinco años siempre pensando en la población, la que obviamente con el tiempo, ha crecido exponencialmente.
Ese crecimiento poblacional, también nos permitió extendernos, no tanto como hubiésemos querido, pero hoy contamos con otros cinco establecimientos de servicio en diferentes zonas de Santo Domingo.
–LT: Mencionó que son ocho hermanos ¿todos se dedican a la farmacia?
–JC: No, ellos tienen sus trabajos y familias en Quito y en Guayaquil. Cada cual tiene su ocupación, pero claro, están atentos con lo que sucede acá y continúan ligados a la farmacia.
–LT: ¿Y qué profesiones tienen cada uno de los 8 hermanos?
–JC: Carlos es pediatra; Nelson es ginecólogo; Ramón es capitán de navío; José es ingeniero de sistemas; Ana de Lourdes es administradora de empresas; Cecilia es periodista, Sandra Elizabeth es bioquímica farmacéutica (y ve todo lo relacionado a determinados requisitos de ley) y yo, que me licencie en administración de empresas.
Con todos mis hermanos y hermanas somos socios y tras el fallecimiento de nuestro padre conformamos la compañía Ryapharma la cual administré desde el 2002. Y desde hace unos años, mi esposa Martha Abad se hizo cargo de la gerencia de los cinco puntos de venta. Ahora, estoy como asesor de la gerencia.
–LT: Me dice que estudió administración de empresas ¿lo hizo pensando que algún día administraría la farmacia?
–JC: No, no estaba planificado con esa finalidad, inclusive recién graduado en 1974, buscaba ubicarme en Quito y mi madre me dijo: “ven este verano, ayúdanos un poco, así te familiarizas. Estás recién graduado y así ganas experiencia”. Entonces vine, y poco a poco fui conociendo e integrando más responsabilidades; y ya no me fui a Quito.
–LT: Entonces ¿las necesidades en el día a día de la farmacia le abrieron el camino para los siguientes 49 años?
–JC: Así es, me involucre en cada uno de los procesos de la farmacia. Para que tenga una idea, inicialmente yo era el contacto entre Santo Domingo y Quito, dónde estaban los proveedores. Me encargaba entonces de revisar inventarios, realizar los pedidos, cancelar facturas. Inclusive manejaba la camioneta y me iba desde Santo Domingo a Quito para negociar con los laboratorios.
–LT: Imagino que, con el clima de la zona, no resultaba un paseo turístico los viajes a Quito de ida y vuelta.
–JC: Para nada turístico, en invierno es muy lluvioso. Cuando la carretera era nueva, los taludes no estaban bien consolidados y se desprendían. Había demasiados peligros y muchas veces tuve que regresarme en medio de la noche por los enormes derrumbes que aparecían de la nada, tanto cuando iba o regresaba de Quito. Y es que despejar la pista podía tomar varios días. Y ni le cuento cuando tenía un pinchazo al filo de precipicios, y encima, me tocaba cambiar la llanta bajo una lluvia que parecía que el cielo, se había roto.
–LT: Y cuantos años tuvo que realizar esos “viajecitos” a Quito para reponer inventarios.
–JC: Fueron 15 extenuantes años de idas y vueltas en una carretera que no era ni la sombra de la actual y que me dejaba muy maltrecho. Cuando Santo Domingo fue creciendo llegaron otras farmacias, entonces, los laboratorios se interesaron y comenzaron a enviar vendedores. Sin embargo, no todos los laboratorios tenían representantes y había igual que viajar a Quito.
Con el tiempo, el crecimiento de la ciudad y de la población, se generó una demanda que obligó a ser más eficientes y ello se traducía en contar siempre con todos los medicamentos. Y así lo asumimos nosotros. Por ello, hoy aquí la gente dice: “Si buscas un producto y no lo encuentras en Botica Santo Domingo es porque no hay en ninguna parte”.
–LT: Es vital mantener un inventario con todos los productos, sino la imagen de la farmacia decae y la gente comienza a preguntar desde la puerta del negocio sin entrar: “¿tiene tal o cual producto?”.
–JC: ¡Exacto…! en nuestros puntos de venta contamos con productos de todos los laboratorios. Nosotros no tenemos preferencia de trabajar con uno u otro laboratorio. Además, tenemos muy buenos precios. Si recibimos un producto bonificado, la transferimos al cliente; la gente, busca y compara.
–LT: Contar con todos los productos y manejar precios atractivos ¿es la mejor estrategia comercial frente a la competencia?
–JC: Mantener el inventario completo, así como ofrecer precios accesibles, son sólo un segmento de las diversas acciones a tomar en tiempos con tanta competencia. El otro segmento vital es la buena atención; y le aseguro, que todos los que conformamos la familia Santo Domingo tenemos internalizada la buena atención a los clientes.
–LT: Atención… entonces ¿En definitiva, ese es el segmento que permite cerrar el círculo para competir?
–JC: Absolutamente, ese es el segmento que cierra el círculo, se debe mantener un alto nivel de atención a los clientes. Nuestro trato es de vecinos, de amigos, de familia y no hay que verlo como objetivo de negocio. Aquí también llegan los hijos o nietos de quienes son o han sido clientes desde siempre; entonces resulta una sucesión de generaciones con quienes nos relacionamos más allá del interés de conseguir una venta.
Todos nuestros colaboradores saben que desde que un cliente pasa la puerta de entrada, deben atraerlo hacia el mostrador con un saludo. Que el cliente no se pare y pregunte “¿quién me atiende?”. Con el cliente hay que conversar sobre lo que necesita. Hay muchas farmacias en las cuales un cliente pide un fármaco y el vendedor sólo confirma en la computadora si lo tienen y sin más, le dice: “vaya por la caja”.
–LT: ¿Cuál cree que es la palabra mágica que les permitió 75 exitosos años en el rubro farmacéutico?
–JC: ¿En una sola palabra? Diría que… “oídos”. La gente necesita hablar, preguntar y, sobre todo, ser escuchada. A veces los pacientes no comprendieron ciertas indicaciones del médico y debemos tener la capacidad para responder todo lo que necesiten conocer sobre el medicamento a dispensar. Es decir, manejarse siempre bajo buenas –diría excelentes– prácticas de dispensación.
–LT: ¿Cuántos colaboradores trabajan en los 5 puntos de venta y cuál es el porcentaje de rotación que tienen?
–JC: Son 34 colaboradores en diferentes áreas, como por ejemplo contabilidad, bodegas, fuerza de venta, laboratorio y cajeras. Y el nivel de rotación es muy bajo; hay colaborares muy antiguos con más de 20 años con nosotros. Les gusta la interrelación y se quedan, inclusive hay trabajadores de otras farmacias que quieren venir a trabajar acá.
–LG: ¿Aún tienen laboratorio y realizan fórmulas magistrales?
–JC: Por supuesto, sí, sí, todavía continuamos ese legado de nuestro padre. Y le cuento que hay demanda, sobre todo muchos médicos dermatólogos utilizan estas fórmulas. Y es que aquí, el clima tropical es muy húmedo y precursor de diferentes afecciones de la piel.
–LT: ¿Mencionó que la gerencia está ahora bajo la batuta de su esposa, la Sra. Martha Abad?
–JC: Así es, ella tiene energía de sobra y la transmite a los cinco puntos de venta.
–LT: Entonces, ahora le pregunto a usted señora Martha ¿cómo decidió integrarse a las labores propias de la farmacia?
–Martha Abad (MA) A ver… nosotros nos casamos el 2 de diciembre de 1992, hace 30 años. Desde un inicio me dediqué a mis hijos, pero a raíz de la enfermedad de don Ramón –el papá de Jorge– que pasaba mucho tiempo en Quito, vimos la necesidad de ayudar a mi esposo en la farmacia; y con los años, gerenciarla.
–LT: ¿Trabajo de mucha responsabilidad y extenuante?
–MA: Así es, lo que sucede, es que la administración de la farmacia exige mucha responsabilidad, a diferencia de otro tipo de negocio, nosotros dispensamos medicamentos. En cuanto que es extenuante, sí es duro, pero es algo que me gusta, que llevo adelante con todo amor.
–LT: Dicen que cuando en un negocio el trabajo se realiza con amor, los resultados se traducen en la confianza de los clientes.
–MA: Cien por ciento. Modestia aparte, la confianza y el respeto que la gente, así como los médicos tienen en Botica Santo Domingo, no han sido gratuitos; son 75 años de experiencia y relación cercana con cada paciente.
–LT: ¿Fue una dura cuesta arriba hacerse cargo de la gerencia?
–MA: Teniendo a Jorge al lado desde un comienzo, las cuestas no se sienten…
–LT: Usted mencionó respeto y confianza no sólo de los clientes sino de los médicos, en caso de los médicos ¿qué cree es lo fundamental para que mantengan esa imagen de ustedes?
–MA: Como le comentó Jorge, nosotros no estamos casados con nadie, trabajamos con todos los laboratorios y distribuidoras. Ello nos permite tener un muy variado inventario. Para que tenga una idea, los médicos nos llaman preguntando si contamos con tal o cual medicamento, porque según nos explican, otras farmacias les cambian la receta. Y los médicos, no estudian toda su vida para que después les cambien sus recetas.
Somos éticos y sí por casualidad no contamos con el producto recetado, le informamos al doctor, y es él quien sugiere si se lo cambia por otro producto; pero no es que nosotros arbitrariamente cambiamos el medicamento.
Y en ese sentido nos sentimos muy orgullosos porque contamos con el reconocimiento del Ministerio de Salud por las buenas prácticas de dispensación.
–LT: Son 75 años de conducta ética que heredaron de los fundadores.
–MA: Así es, el papá de Jorge, el Sr. Ramón, no sólo fue pionero con la primera farmacia de Santo Domingo, su vocación de servir y conciencia cívica lo llevó a fundar el cuerpo de bomberos y fue su primer jefe. También participó en la junta parroquial para dotar de agua potable y canalización. Además, fue del Primer Comité de Provincialización y hoy somos provincia porque Santo Domingo estaba relegada del centralismo de la capital. Luego cuando ya se cantonizó, el Sr. Ramón, fue el primer presidente del Consejo Municipal.
Para que tenga una idea del sentimiento de servicio de Don Ramón le contaré…Aquí, en el año 1953 padecimos una grave epidemia de fiebre amarilla donde murió muchísima gente. El Gobierno tuvo que decretar en cuarentena a Santo Domingo.
Entonces, vino personal del servicio Panamericano de la Salud a vacunar a toda la población. Así que mi suegro, convirtió la botica en el centro de operaciones para las brigadas de vacunación, inclusive, en la botica se refrigeraban y custodiaban las vacunas, así como todo el material necesario para combatir la epidemia.
–LT: Una enorme conciencia cívica, la de su suegro Don Ramón.
–MA: Efectivamente y eso lo conservamos; el año pasado publicamos un libro llamado “Compromiso de vida” que recoge las funciones y responsabilidades que tuvo desde 1947 cuando recién llegó, hasta 1987 –que por motivos de salud– debió dejar las funciones y trabajos que tenía en servicio de la colectividad.
–LT: Teniendo en la casa el ejemplo de superación y ética de los padres de don Jorge, el Sr. Ramón Chérrez y la Sra. Ana Muirragui, ahora entiendo dos cosas. La primera, como pudieron en la década de los ´40, sacar adelante, desde un lugar perdido en la selva, a nada menos que ocho hijos y todos profesionales. La segunda, lo unido y bien articulados que se llevan los ocho hermanos en una sociedad empresarial que sigue creciendo.
–MA: Así es, son ocho hermanos muy unidos que han heredado el patrón de comportamiento del Sr. Ramón y la Sra. Anita.
–LT: Hablando de hijos, una pregunta para usted don Jorge ¿cuántos tiene?
–JC: Cuatro, dos afuera y dos que se van integrando a la farmacia. Los que están en Santo Domingo son Ramón Andrés él es ingeniero biotecnólogo y César Alberto graduado en finanzas y contabilidad. Mi hija vive en Quito y es ingeniera química y Jorge Osvaldo que vive en el exterior, él es financiero.
–LT: O sea que tengo razón, usted siguió el perfil de sus padres y es que sus cuatro hijos también son profesionales.
–JC: Tal vez, dicen que las manzanas nunca caen lejos de su árbol.
–LT: Por último, don Jorge, qué mensaje le daría a las nuevas generaciones que quisieran ser pioneros con cualquier emprendimiento en algún lugar del Ecuador.
–JC: Para ser pioneros, real amor de lo que hacen para servir a otros; capacitarse; tener mucha fe en Dios; y, sobre todo, pensar que hay lugares que por más lejanos que parezcan en nuestro mapa, no es que allí termine el Ecuador, sino llevar la convicción en el corazón, que allí, comienza la patria.