Esta es una larga historia comprimida en pocas líneas, pero repleta de vicisitudes, enseñanzas y superación. Doña Eufemia Margarita Saltos Vélez, es una rocafortense que aprendió con los años, que en la vida no se consigue nada sin sacrificio. Y vaya que lo experimentó, testigo de ello, son las cicatrices en sus rodillas de las veces que se cayó y se volvió a levantar a pesar de los terremotos que atacan sin piedad. Así es, Doña Eufemia, ha sabido emerger de los escombros económicos que provocó el terrible sismo que destrozó Portoviejo el 16 de abril del 2016. Aquella noche, la tierra enfurecida quiso derrumbar los sueños de incontables ecuatorianos, que, todo lo contrario, renacieron con la fuerza y solidaridad que caracteriza a un pueblo que no se rinde.
Leterago (L): ¿Dónde nació?
E: En un sitio junto a Rocafuerte.
L: ¿Se quedó en su tierra natal?
E: Ahora en Portoviejo, como a 20 ó 30 minutos.
L: Cuénteme ¿cómo surgió la idea de abrirse camino en la vida con una farmacia?
E: Claro que sí… le cuento. Cuando tenía 20 años más o menos, me fui a Quito. Viví allá 5 años y aprendí el oficio como dependiente en una farmacia llamada “Las Lajas”, de la Dra. Mirta Córdoba. Inclusive en otra farmacia de Quito, trabajaba mi hermana Elsa y a las dos nos enamoró el tipo de negocio. Y aunque nos fajábamos trabajando, uno se sentía bien, porque podía ayudar a la gente.
Pasó el tiempo y nos regresamos aquí, a mi tierra, y con mi hermana Elsa pusimos una farmacia pequeñita, allá por 1987… por ahí…
L: ¿Entonces, decidieron que en vez de fajarse para otro, era mejor fajarse para ustedes?
E: Claro, la idea con mi hermana, no era la de quedarnos en Quito, sino regresarnos y empezar las dos a trabajar por nuestra cuenta.
Trabajamos juntas dos años y medio, en aquel entonces, por casualidad me comprometí y en el ´91 empecé independientemente con mi esposo. Al comienzo tuvimos un colaborador, Jefferson Rezabala, fue un gran colaborador y pieza muy importante; también mis hijos, pero ellos no tenían 100% tiempo por sus estudios. Y ahí sí, arrancamos trabajando de largo, normal, creciendo, hasta que sucedió lo del terremoto el 16 de abril del 2016. Aquello, en un minuto, nos arrancó todo lo conseguido, y tuve que empezar nuevamente desde cero.
L: ¿Recuerda qué estaba haciendo el día del terremoto?
E: Ese día estaba con mis hijos en la farmacia del centro de Portoviejo, en la calle Francisco de Paula Moreira y Chile. Recuerdo que habíamos hecho una actividad con promociones, regalos a los clientes, todo para llamar la atención de la gente.
Ese fue el mejor día en la historia de aquella farmacia, nos había ido súper bien con las ventas, muy bien, como nunca antes. Ese día, como que… para despedirse, que era el último día en ese lugar. Nunca imaginamos lo que se nos venía al rato.
¿Estaba en la farmacia en el preciso momento del sismo?
E: No, siempre cerrábamos la farmacia a las 7 ó 7:30 pm, pero esa tarde a las 6:00 pm ya teníamos todo cerrado porque con la actividad estábamos tan cansados que le dije a mis hijos: ”mis piernas ya no resisten de tanto caminar, así que vamos a comer fuera de la casa”.
Entonces mis 3 hijos, mi nieta y yo, nos fuimos a una parrillada cerca de la farmacia, como que pagarse con un algo diferente ese día. Cuando terminamos de comer y estábamos por salir del restaurante, el mundo cambió para mi familia.
Primero empezó un movimiento, y después al ratito, sentimos como un trueno fuertísimo, pero no del cielo sino debajo de la tierra, justo debajo de nuestros pies… ¡Fue terrible, eso fue horrible, eso no me puedo olvidar! Fue un ruido tan fuerte… ¿usted escuchó los truenos cuando llueve y revientan encima de su cabeza?, bueno, así se sintió pero debajo nuestro.
L: ¿Qué pensó en ese momento?
E: La verdad que mi mente creo que se quedó en blanco. No, no se podía caminar, se daban pasos, pero como quien dice, tambaleando, tropezando… como se podía; y por eso, tuvimos que remar a un lado todos juntos, hecho puchito, ahí abrazados todos. Y de un momento a otro, se puso todo tan negro que dije bueno: “lo que tenga que pasar que pase”.
¿Y aquella farmacia cómo quedó tras el terremoto?
E: Salimos del restaurante y tratamos de caminar por las calles pero estaban tapadas de los escombros de las casas derrumbadas y no se podía pasar. Nosotros llegamos como pudimos porque pensamos que la farmacia se había caído. El edificio quedó afectado, pero las viviendas colindantes a la farmacia habían desaparecido. Y esa noche ya no se podía hacer nada.
Después, a los dos días, regresamos a sacar lo que se podía; pero la cisterna de agua del techo se reventó e inundó el local y todos los productos que se habían caído al piso, terminaron malogrados. Perdimos casi todo, lo que pudimos salvar lo trajimos a mi casa; algunos productos, letreros, perchas, todo lo que era logística.
L: Y después del terremoto ¿siguieron trabajando en el mismo local?
E: No, buscamos trabajar en mi casa en la calle vía crucita, pero en mi casa no tenía local. Sólo un rinconcito donde alguna vez se vendía comida rápida. Ahí nomás tenía una pared y levantamos con caña un lugarcito para comenzar a tratar de vender ¿Por qué si no, de qué vivíamos, teníamos que buscar la manera? y ahí nos acomodamos. Recuerdo que tenía toda la mercadería dentro de mi casa hecha montón.
Así que en ese rinconcito de mi casa que daba a la avenida, colocamos dos perchas como pared, y con sábanas, tapábamos por la noche para que no se viera desde afuera lo que había. Y así, nos acomodamos. Había un pequeño mesoncito que era donde antes vendía comida rápida. Le pusimos puras luces, lo iluminamos, y empezamos a trabajar, lo que se dice: “a lo que venga”.
Y mire usted, ahí al ladito de la casa, ahí nomás, el local vecino que seguía, era y hasta hoy es, el de la competencia de una cadena. ¿Usted sabe lo que es trabajar de esa manera tan precaria y con una competencia allí al ladito, así de esa manera?
L: Lo único que puedo decirle es: ¡que valor el suyo!
E: Yo no sé de dónde salió ese valor para trabajar en esas condiciones desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche. Pero por la gracia de Dios y la ayuda de mis hijos, que estuvieron ahí ayudándome en todo lo que podían, y eso que a la vez, ellos estudiaban en la universidad.
Además imagínese, la mercadería estaba en la casa y cada vez que alguien pedía un producto, tenía que entrar a mi casa por el patio y subir una escalerita. Y todo el día era baja, sube, baja, sube, baja.
L: ¿Cuánto tiempo trabajó de esa manera?
E: 8 meses.
P: Reitero: ¡qué valor el suyo!
E: La verdad que yo misma regreso a ese tiempo, miro, y digo, no sé cómo, cómo fue, cómo fue que se pudo hacer, porque realmente hacerlo así, así a capela, dice uno, no, no es posible. Es muy fuerte, se vivieron muchas cosas, situaciones muy duras.
L: ¿Qué situaciones?
E: No sólo el sacrificio de sol a sol, sino por ejemplo, mi hijo menor me decía entonces: “¡Ay mami… yo ya estoy cansado de ser humillado, cansado de sentir humillación!”, entonces le respondía: “Ya va a terminar, ya va a pasar ya, ya vamos a salir adelante, ya verás que todo va a cambiar”.
P: ¿Y por qué se sentía humillado?
E: Entre otras tantas cosas, resulta que al lado estaba la farmacia de la cadena y la gente que llegaba en sus carros de lujo, cuando llegaban, nos miraban por encima del hombro y ¡pum! … cerraban la puerta de sus carros y se iban a la competencia. Bajaban y apenas nos miraban, pero la mayoría ni siquiera nos miraban.
Suponga que usted se baja de su carro a buscar un medicamento, y ve una farmacia bien puesta, usted no va a querer ir al lado donde no se ve nada más que una pared de caña y una percha con apenas un champú. Lo primero que decían con su actitud es “¿qué iba a haber ahí? mejor me voy a la que se ve normal”.
L: ¿Cómo salió de las paredes de caña a lo que tiene hoy?
Había solicitado un crédito para poder construir un local en un espacio grande delante de mi casa. El crédito demoró una eternidad, y yo con la platita que ganaba, iba adelantando en la construcción con lo básico de lo básico para el local.
L: ¿Imagino que con lo vivido, lo construyó contra terremoto grado 10?
E: Mire, ese era el problema, porque yo empecé con la construcción y el municipio de Portoviejo me paró. Volví a hacer de nuevo los papeles, pero en el municipio cada mes cambiaban las cosas, y más papeles y papeles. Decían que ya no era así, sino de otra manera. Y así me demoraban full, hasta que un día me planté todo el día en el municipio hasta que al final se dieran por vencidos y me dieran el visto bueno. Por eso tardamos 8 meses en terminar el local.
L: ¿Y cómo hizo con los créditos para recuperar inventario?
E: Esa fue otra historia, gracias, gracias a Dios, como no teníamos mal historial de crédito con nadie, me hicieron un convenio para pagar una cuota mensual.
O sea, del total de la deuda pagaba una cuota mensual, más lo que íbamos pidiendo. Nunca me dejaron de despachar.
L: En esa época ¿cómo se comportó Leterago con usted?
E: Sí, sí se portó muy bien. Gracias a Dios, hicimos un contrato a un año para pagar lo pendiente.
L: Y ahora con local propio y bien construido ¿sigue trabajando 16 horas diarias?
E: Bueno ahora ya es diferente porque hay personal en dos turnos y sea como sea ya descanso de otra manera.
L: ¿Cuánto vendía diario en el año 2016 entre aquellas paredes de caña y cuánto ahora?
E: Ahí vendía como 300, 400, 500 dólares, por ahí. Y hoy hay ciertos días de promoción que se vende 2,500, 3,000 dólares.
L: Después del terremoto recomenzó en su casa con 2 perchas ¿cuántas tiene actualmente?
E: 24 más las del depósito.
L: Me cuenta que inauguraron el nuevo local después de 8 meses ¿qué sintió en ese momento?
E: Eso sí fue muy emocionante. Miraba a un costado de la casa el lugar que estaba dejando y que me había acogido ese tiempo, que no me había dejado caer, que ese, ese lugarcito de paredes de caña, me detuvo y me sostuvo.
Pero al mismo tiempo, me daba tremenda emoción empezar en un lugar normal. Sentí, por fin, por fin gracias a Dios: vamos a estar normal. Ya vamos a trabajar normal y fue fantástico, fue extraordinario. Hubo emociones inexplicables con palabras, ya que me invadían sentimientos encontrados al ver hacia atrás y luego, con la farmacia construida, hermosa, ahí estaba, frente a mi, el fruto de tanto sacrificio.
L: ¿Una catarata de sentimientos?
E: Así es, la emoción de haberlo logrado y que empezaba una nueva etapa, un nuevo recorrido, un nuevo camino, ahora empezar a trabajar para no dejarse caer. Ahora la lucha es por la fuerte competencia, pero ese es otro asunto.
L: ¿Y cómo hace para competir con las cadenas?
E: Hago promociones, días de descuentos especiales, utilizamos las redes sociales, hacemos lo necesario. Pero hemos comprobado que lo principal es la atención al cliente y estar bien surtidos. La constancia, estar allí, abierto el tiempo necesario para que el cliente siempre encuentre lo que busca.
L: ¿Qué les dice a sus colaboradores respecto a la atención al cliente?
E: Estar siempre atento a las necesidades del cliente, y aunque no siempre el cliente tiene la razón, hay que saber atenderlo con mucho respeto porque él es el que nos mantiene. Saber escucharlo, muchos vienen y le cuentan su historia de la vida, o algo que les pasó. Siempre es saber escuchar, eso fue lo que primero aprendí cuando empecé.
Desde que un cliente llega a la puerta de la farmacia hay que jalarlo hacia el mostrador, que se sienta atendido, demostrar que uno está preocupado en sus problemas. Y dentro de ciertos límites recomendarle lo mejor, para que cuando nuevamente necesite algo, regrese a nuestra farmacia.
Y creo que en nuestro caso, las farmacias independientes, que dependemos de nosotros y de nadie más, tenemos que asegurar que el cliente quede muy satisfecho con la atención.
L: ¿Cómo ve su farmacia dentro de 10 años?
E: Quisiera verla mucho mejor, más completa, quizá con productos nuevos, no sólo de farmacia. Que encuentren desde una aguja hasta lo menos pensado. El cliente ya lo está exigiendo, todo es cambiante y uno tiene que adaptarse a las nuevas formas. O sea, que el desafío es ahora, Dios mediante, crecer en el mismo lugar, acá se puede construir más de un piso e inclusive tenemos más terreno.
Con seguridad con sacrificio todo se puede conseguir. Aquí se dice: “muchos la hacen llorando y otras la hacen cantando”. O sea, que como hoy se hizo llorando, pues mañana estaré cantando.
L Seguro lo conseguirá, tiene la fe necesaria e hijos que la apoyan
E: Así es, fe en Dios y en mis hijos que son maravillosos. Ellos, a pesar de lo que pasamos, supieron también salir adelante con sus carreras, Marí Victoria es nutricionista, Angelo Geovany es odontólogo y Jonathan Gabriel es médico. Y además tengo la alegría de tener dos nietecitas ¿Qué más se puede pedir?
L: ¿Qué mensaje le daría a los que quisieran iniciar un emprendimiento farmacéutico?
E: Que lo intenten, que todos podemos, que tenemos las armas que Dios nos da. Hay que mantener el espíritu de querer salir adelante. Que no importan las dificultades, de eso se trata, ese es el reto pues hay que trabajar duro para lograrlo, y si no se logra en el primer impulso, pues volver a intentarlo. Porque fíjese usted, cada caída, no es una derrota es un aprendizaje que sirve para levantarnos más fuertes y seguir adelante.
Lo más importante es que todos los seres humanos tenemos a Dios, no en el cielo, no lejos sino dentro de cada uno de nosotros, allí cerquita, dándonos aliento, brindándonos todo lo necesario para cada día. ¿Y qué más necesitamos? simplemente ganas, solo ganas de luchar y salir adelante.